martes, 18 de diciembre de 2018

Cuarenta y cinco


Mover un mueble

Desde hace un año que quiero volver a su lugar original, un imponente ropero.
Ésta habitación de la casa, que contiene al susodicho, era en un principio de mi abuela. Ella tenía un somier de dos plazas, y a sus pies, el ropero marrón oscuro brillante, imponente y dueño de un tamaño gigante. Tal es así, que la puerta de la habitación choca con el borde superior del mencionado ropero, dejándole varios estigmas.
Durante toda mi infancia, el lugar del placard fue a los pies de la cama de mi abuela.
Mi abuela fue la mujer más maravillosa de mi vida. Siempre admiré su bondad, cómo podía entrar tanta en un cuerpo tan bajito. También admiré su aguante a todo, especialmente a su ex marido (padre de sus dos hijas, una de ellas mi madre) y sus mujeres nuevas; los cuales venían a almorzar a la casa, y mi abuela les servía. Eso siempre me resultó increíble. Su ex marido no fue mi abuelo, más bien fue como un banco, que en cada visita dejaba la modesta suma de 10 pesos, y con eso cubría su cuota mensual de parentesco. Ésto no dejó en mí ningún trauma, por el contrario, mi abuela se encargo de cubrir su espacio (y tantos otros), con MI nuevo abuelo Julio, un gran hombre, amoroso, al cual nunca voy a olvidar. Mi abuela también se encargo de darme un hogar, abrazos, frazadas, cama, milanesas, comprensión, agñolottis, tuco y estofado (que a pesar de haberme pasado la infancia observándola cocinar, nunca pude igualar), me dio sus manos, palabras cruzadas, noches de estudio, sopas de letras y de verduras, charlas, consejos, panqueques, enseñanzas únicas.
También me dio su ropero, éste que no sé si podré llevarme cuando me vaya de nuestra casa.
Cuando volví a vivir en nuestro hogar, mi abuela ya no estaba. Traje conmigo una hija, dos perros y un marido (que ya sabía, sería momentáneo). Mi habitación seguía cerrada con llaves, en ella, todas mis cosas, menos alguna que otra pilcha.
Nuestra casa seguía igual, bueno casi, estaban sus plantas en el balcón, la heladera funcionando vacía, y el bendito ropero, a los pies de la cama, que ese último tiempo había pasado de dos plazas a una, y de hospital ( pero ojo, hospital domiciliario). Ya no estaba en el centro de la habitación, sino contra una pared.
En ese rincón de nuestra casa, en esa cama de hospital, en su habitación, con ese ropero a sus pies, mi abuela murió. Esa mañana de diciembre corrí a verla, esperé a los médicos, que vinieron a decirme ESO, para lo que me estuve preparando durante sus 10 años de alzheimer, mi abuela iba a morir. Podía hacerlo bajando las escaleras en camilla, o en la ambulancia camino al hospital, o en el pasillo del Argerich esperando una habitación. Eso me dijeron los dos médicos que vinieron. Sin dudarlo, les dije que ella no se iba, que iba a morir en su casa, en su habitación, con su ropero gigante y con nosotros. Y así fue, después de casi un día entero, ella dejó de respirar.
Ese día volví a fumar, después de dos años. Ese día supe que me iba a separar, y que volvería a nuestra casa. Ese día supe sobre mi identidad, aunque todavía es un tema sin resolver.
Al mudarme, lo primero que hice fue mover el abismal ropero, de los pies de la cama, hacia un costado, contra la pared.
La vida siguió, recordándola en cada rincón.
Ayer, después de un año deseando volver el ropero a su lugar original, finalmente lo hice. Lo hicimos, con mi novio, que siempre tiene un sí, para el cual siempre todo es posible. Él no lo sabe, no sabe lo especial que es porque nunca se lo dijeron. Así que tengo a ese maravilloso ser, conmigo, acompañándome en cada paso.
Después de tantos NO, de tantas personas diciéndome lo imposible de correr semejante ropero; él me dijo que Sí. Y yo sentí en mí una felicidad inmensa que no entendí.
Tardamos una hora en mover 2 metros el ropero, entre los dos. Pero lo movimos, y ahí lo supe, supe el motivo de mi felicidad al ver ahí, ese ropero, en su lugar original, dejando ese espacio vacío que estaba ocupando. 

Esa pared vacía, en la cual todavía había manchas del último suero de mi abuela, era el lugar de su muerte. Y lo tapé con un simple ropero, como si él pudiese esconderlo todo.

Ayer volvió a los pies de la cama.

Ese espacio vacío que dejó, me va a acompañar el resto de mi vida.

Te amo Esther.

Cuarenta y cuatro






Esther se fue. El 05 de diciembre del 2015







jueves, 29 de diciembre de 2011

jueves, 27 de octubre de 2011

Cuarenta y uno : Agustín

Yo: -"Agus, este finde me voy a Mar del Plata... "-
Agus: - (silencio)            cuánto tiempo?-
Yo: -  el finde nomás........ está bien?
Agus:- (silencio reflexivo)              sí, está bien, es un respiro para los dos. 

 Yo sin palabras.


Probándose una remera que lo amatambraba
Agus: Me queda bien, justa.
Yo: NO, te queda chica! Bajá esa panza y vas a ver...
Agus: Brendi! No es panza, es músculo redondeado....

Risas (miles)

martes, 26 de julio de 2011

Treinta y siete : Los que sí y no con Esther

10 Consignas básicas para el manejo de Pacientes con Trastornos Cognitivos


  •  El paciente debe estar acompañado las 24 horas.
  •  El paciente no debe salir solo.
  • Tener máximo cuidado con los artefactos eléctricos y a gas (estufas, cocinas, ventiladores, etc.)
  • El paciente no debe manejar medicamentos ni productos tóxicos.
  • Se debe tener cuidado con los objetos punzantes, cortantes y con el agua caliente.
  • El paciente no debe manejar ningún tipo de vehículo.
  • Debe tener máximo cuidado con ventanas y balcones (enrejarlas).
  • No reitere las malas noticias (el paciente no recuerda pero si queda angustiado)
  • Estimule y mantenga las habilidades cotidianas.
  • Estimule el interés y la conexión con el entorno.

“LO QUE NO SE DEBE”

  • Nunca discuta con el enfermo, póngase de acuerdo con él
  • Nunca trate de razonar con él, distraiga su atención
  • Nunca lo avergüence, alábelo
  • Nunca trate de darle lecciones, serénelo
  • Nunca le pida que recuerde, remémorele las cosas y los hechos
  • Nunca le diga “ya te lo dije”, repítaselo cuantas veces haga falta
  • Nunca le diga “vos no podés”, dígale “hacé lo que puedas”
  • Nunca le exija u ordene, pregúntele o enséñele
  • Nunca condescienda, dele ánimo
  • Nunca fuerce, refuerce la situación 

    lunes, 18 de julio de 2011

    Treinta y seis: Fútbol

    Esther vió el partido de Argentina-Uruguay, y como no podía ser de otra manera, lo comentó.

    Apodos:
    "La pulga... ja ja ja ja "

    "Lascherano se llama... mmmm"

    "Zonetti, Zenetti, soquete, bué no sé... Vá, ya tengo bronca..." 
     
    El partido duró dos horas y media apóx. y cada vez que Gago tocaba la pelota (fueron como unas mil quinientas veces), Esther decía:-" mmmmm CAGO, hay uno que se llama CAGO... ahhh ja ja ja ja".

    Niembro, hablá bien! :

    Niembro: "Es larga ésta noche, todavía falta un montón...
    Esther: "Monzón? Monzón juega? Quien es monzón?"

    Niembro: Saque de arco...
    Esther: Saque de harto? Harta me tiene ése!


    Pobrecitos:

    " GOLLLLLL.... pobrecitos, se rompen todos para ésto..."
    (en referencia a los suplementes) "Están aburridos ahí sentados, pobrecitos..."

    Odio hacia el rival: 

    "mmm cuando dice uruguayos se me hacen los dedos de la mano... mmmm"

    "Los uruguayos nunca han ganado, no sé ahora qué se hacen..."